Thursday, July 23, 2009

Oswaldo Reynoso, escritor

La reciente publicación en Argentina de la novela EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS, por cuenta de la editorial El Andariego, es más que un buen motivo para dedicar algunas líneas al escritor peruano más influyente de las últimas décadas, Oswaldo Reynoso (Arequipa, 1931).

Precisamente esta novela, editada en Lima, en 1965, es el primer libro que leí del autor. Corrían los fines de los noventa, tenía diecisiete años y mi voracidad por leerlo todo estaba en su punto de máxima ebullición… He leído muchísimo, pero la sensación canábica que me deparó esta novela, todavía se mantiene en mi memoria, en testimonio de franca resistencia.

No es para menos, dichas páginas eran la representación descarnada de una ciudad que no había cambiado en nada; la podredumbre y la inmoralidad, ausentes personajes que no lo degradan todo a su paso, confundiendo a los protagonistas en caída libre en los pozos más hondos de la peor de las corrupciones: la del alma.

Me encontré, entonces, con un escritor poderoso. Y no dudé en devorar cuanto libro suyo haya publicado. LOS INOCENTES, EL ESCARABAJO Y EL HOMBRE y su obra mayor LOS EUNUCOS INMORTALES. Tiempo después, a inicios de este nuevo siglo, sus joyas breves: EN BUSCA DE ALADINO y EL GOCE DE LA PIEL. Y tres años atrás, en el Hostal El Corregidor de la ciudad de Cusco, en una mañana de cielo tapiado de naranja, LAS TRES ESTACIONES.

No existe joven narrador peruano que no haya bebido de la influencia directa o indirecta de Reynoso. La mayoría de sus libros fueron publicados en los sesenta, y más allá de las traiciones del tiempo su narrativa mantiene frescura, vida y respiro caliente, sacándole la lengua a las modas literarias, apoyándose esta vigencia en el trabajo de orfebrería del escritor con el lenguaje, lo que le ha catalogado, quién lo dudará, como el mayor estilista peruano de la segunda mitad del siglo XX.

Lector compulsivo, narrador pausado, patente deudor de Martín Adán y Marcel Proust. Intelectual consecuente. Maestro de generaciones. En síntesis, lo que podría resumir su importancia para las letras peruanas: el escritor más leído después de don Mario Vargas Llosa.

No pocas veces Reynoso ha declarado que solo escribe para el Perú. No le interesa el mentiroso reconocimiento, por el que muchos bregan durante toda una vida, sacando provecho de las relaciones, el amiguismo, la mala leche, sin tener, qué novedad, una obra literaria digna de la más mínima atención.

El mayor reconocimiento Reynoso ya lo tiene en vida, he sido testigo de ello, como cuando gente que no conoce ni en pelea de perros se le acerca para darle las gracias por todo lo que sus libros significan, por su tenacidad para con la literatura y la cultura del país.

Polémico a ultranza. Puedo estar de acuerdo o no con sus ideas. Sin embargo, lo que nadie podrá negar, como indiqué líneas arriba, es su consecuencia, entre lo que dice y lo que hace, detalle tan difícil de cumplir para algunos alharaquientos de izquierda (por cierto: no soy de derecha, tampoco de izquierda (obviamente), abrigo el anarquismo, aunque este es también una rama de la izquierda).

Cada vez estoy más seguro de que, tarde o temprano, Reynoso se convertirá en personaje de ficción. Tal y como sucede en la novela LA VISITA AL MAESTRO, de Philip Roth. En ella el norteamericano rinde tributo a su ídolo Bernard Malamud, transfigurado en E. I. Lonoff, escritor entrado en años que asienta la vocación del novel plumífero Nathan Zuckerman, personaje con el que Roth ha sostenido con creces nueve novelas.

¿Cuántas vocaciones se han visto afianzadas con la pasión y obra de Reynoso? Obviamente se trata de una pregunta retórica, pero no hay que dejar de formularla.

En el algún mes del año 2000 lo visité en su casa, la primera y única vez. No fui con un manuscrito anillado dentro de la mochila, sino con todos sus libros para que me los firmara. Era una mañana lluviosa de sábado…

Cuando llegué un joven, e inédito, narrador salía de su puerta, acaba de terminar su sesión de escritura con el maestro… Me presenté… Caminamos a través de un sendero flanqueado por plantas. Llegamos a su casa-habitación-estudio. Sobre el escritorio una máquina de escribir Olivetti, de color verde, de acero, que refulgía sin desentonar con los innumerables motivos chinos de la estancia. Comenzamos a hablar de sus libros. Lógicamente, tenía un desbordado interés en saber su opinión sobre LOS EUNUCOS INMORTALES, en lo concerniente al evidente respiro socialista de la novela, a lo que él me dijo, con sonora contundencia que “el hombre sin ideología es una bestia”.

En aquel instante no tuve idea del alcance de la frase, la cual pude aprehender muchos años después. Reynoso es un confeso marxista, y si bien es cierto que esta ideología atraviesa toda su obra, no debemos dejar de señalar que esta no es lo primordial en su literatura, imponiéndose en ella la hechicera elasticidad de la palabra, la plasticidad del verbo.

No me fui de su casa con la sensación de haber afianzado mi vocación de escritor, como lo he venido escuchando y leyendo, de muchos que lo han visitado. Mas sí con la certeza de que sea cual sea el camino ideológico que elija, debería honrarlo con mi consecuencia. Y claro, con irrefrenables ganas de llegar cuanto antes a casa y comerme el mundo escribiendo.

No he tenido la oportunidad de escuchar personalmente (pero sí he leído sobre ello, como el gran artículo sobre su persona en Radar de Libros de Argentina) qué es lo siente al ser publicado fuera de nuestras fronteras. Sin embargo, algo me dice que el asunto no le sorprende, que lo toma como algo normal, como producto del peso de su obra tan alabada y atacada por igual, la cual se ha impuesto a los sentimientos menores y caprichos de los Hooligans de la literatura peruana.
Publicado en Siglo XXI

Thursday, July 09, 2009

El documental del Gonzo

Una de las mayores pérdidas que ha tenido la literatura de no ficción en estos años del nuevo siglo, es, no hay duda que valga, la del suicidio del escritor norteamericano Hunter S. Thompson (1937 – 2005), creador del Periodismo Gonzo.

El gonzo, tal y como le gustaba que le llamen, había tenido una vida harta conocida por encausar sus proyectos al límite, los que se veían reflejados en el vesánico estilo de su escritura que dio cuenta de los años más revoltosos en Estados Unidos, signados por el aura del nihilismo, la protesta, la libertad sexual y, cuándo no, el abuso de las drogas por parte de la juventud gringa.

Su suicidio no sorprendió a nadie, muchas de sus amistades y admiradores sabían que se trataba de una noticia pautada por el ritmo del retraso en la decisión final, porque más de uno llevaba años preguntándose el por qué no jalaba del gatillo y muera de la misma forma en que vivió: jugando permanentemente con su vida.

A tres años de su muerte, el recordado autor de imprescindibles títulos como MIEDO Y ASCO EN LAS VEGAS, LA GRAN CAZA DEL TIBURÓN o LOS ÁNGELES DEL INFIERNO, ya tiene su documental, el cual tiene todos los componentes para ser definitivo, el carpetazo final que pondrá a descansar todas las habladurías sin fundamento que en torno a su vida, muchas veces sin haber leído más de tres de sus endemoniadas páginas, se han venido dando.

Estrenada para el imaginario hispanoparlante en octubre del año pasado en el Festival de Cine Documental de Barcelona, GONZO: THE LIFE AND WORK OF DR. HUNTER S. THOMPSON es un documental que está a la altura de la grandeza de su personaje. No es para menos, diera la impresión de que todos los convocados pusieron lo mejor de sí para ofrecer un testimonio honesto de quien en vida fuera el gonzo.

El director Alex Gibney, sabedor de las trampas que significa caer en el anecdotario con tal de ser efectista, hace lo más inteligente: centra su trabajo en los años de plenitud vital, literaria y periodística del gonzo. Estamos pues ante casi tres horas que se pasan volando, las cuales giran en la influencia del escritor suicida en lo que conocemos hoy como Nuevo Periodismo.

Gibney no pudo haber escogido mejor, es precisamente esa etapa sesentera la que tatuó a una generación ávida por librarse de las ataduras de la tradición, de la moral y del doble discurso. En medio de estos inconformes, la figura de Thompson fue descollante, tal y como lo certifican los que estuvieron en su entorno, siendo el testimonio de Tom Wolfe el más iluminador, puesto que si no fuera por LOS ÁNGELES DEL INFIERNO y las grabaciones en audio que Thompson le alcanzó, Wolfe no hubiera escrito el libro mayor de la literatura de no ficción del siglo XX, PONCHE DE ÁCIDO LISÉRGICO.

El ritmo de la narración que emplea Gibney nos recuerda mucho al método literario empleado por su protagonista “ausente”, la narración de Johnny Depp se acopla bien con las imágenes de archivo del gonzo, imposible notar desbalance alguno en estos senderos narrativos. Y ni qué decir del buen oído del director puesto que la banda sonora es en sí misma otra protagonista, las canciones son idóneas en todos los pasajes, reflejan el espíritu de época acorde con las declaraciones de, por ejemplo (entre varios), Jann Venner, destacando por sobre todas el “Spirit in the Sky” de Norman Greenbaum.

A pesar de algunas incoherencias de contenido, como el amorío de Thompson con la cantante de Jefferson Airplane, Grace Slick, pero consignando en imágenes el “It´s no Secret” con Toly Anderson, el presente documental no solo tiene el poder de contagiar interés a quienes recién conocen a Thompson (imperdonable a estas alturas), sino también la de afianzar conciencias y cimentar vocaciones, logros encomiables que lo convierten desde ya en un referente llamado a quedar.
Publicado en Siglo XXI